domingo, 13 de abril de 2014

¡Pruébame!

Painting: Eve by Anthony Christian
http://www.eroti-cart.com/erotic-paintings-c-27_28/eve-p-147
Prueba mi fruta carnosa y llena de pulpa y miel, lista para derretirse en tu boca. Zigzaguéame con tu lengua serpentina y hazla entrar en mi cavidad palpitante y suplicante de ti. Lléname los ojos de tu mirada furtiva mientras comes mi centro abierto para que disfrutes el festín que te ofrezco. Mírala hincharse de deseo para arroparte entero cuando entres con fuerza empujándote hasta lo más recóndito de mi lujuria. Déjate llevar por el aroma que sale de mi lascivia mientras acaricias tu cara en mi labia mojada y engordecida, y mi clítoris erecto, doliente por encontrar tu boca que lo succiona y lo presiona enviando oleadas de magma a cada rincón de mi cuerpo. Acaricia mi entrepierna con destreza mientras muevo mis caderas al vaivén de tus manos humedeciéndose con la pasión que sale inevitable de mi ardiente sexo. Lleva tus manos a tu boca y a la mía para limpiarlas y probar de este elixir que devoras feroz. Mete tus dedos en mí para sacarme los orgasmos que te guardo y te regalo en gritos y pulsaciones de riachuelos que salen a tu encuentro. Bebe de mí sorbo a sorbo comiéndote cada palpitar, cada marejada, cada grito que me arrancas desde lo más profundo de mi ser. Tócamela como siempre y como nunca has tocado a nadie. Tócamela y poséela porque es tuya.

domingo, 23 de febrero de 2014

ORGASMOS AL TANGO

freedigitalphotos.net

Lo vi a través de la bruma de la noche, en el estudio de baile en el cual practicaba. Allí estaba ensimismado en sus pensamientos, dictándole a su cuerpo la próxima pieza musical que bailaría. Movía sus caderas tenuemente, casi de manera imperceptible y yo lo miraba sin que él me viera, estudiándolo como leona a la gacela; él tentándome sin saberlo con su ingenua ausencia a su entorno. Sigilosamente me le acerqué sin que él se diera cuenta. Lo seguí con la mirada mientras mi boca se hacía agua al igual que mi entrepierna. Mordí mis labios saboreándome temprano el momento de mi victoria sobre él, el momento en el que acecharía y pondría mis manos, mis uñas, mi lengua y mis dientes sobre su piel sutilmente cubierta por el rocío de su sudor. Sentí cómo se me hinchaba el sexo, cosquilleándome de doloroso placer por la lujuria de tenerlo que se agrandaba más y más con cada paso. Finalmente lo sorprendí en un susto callado que hizo temblar su cuerpo y abruptamente poner su mirada sobre mí. Vio en mi mirada que quería el abrazo de su baile, el baile que comenzaría con la ropa puesta y terminaría con los dos en el infierno de ser uno, él dentro de mí y yo estallando incesantemente en él, sin compasión. Comenzamos a mover nuestros cuerpos con las miradas clavadas en nuestros ojos los cuales veían más allá de la música. Soezmente, le recorrí el cuerpo con mis dedos hasta que toqué la protuberancia de su pantalón hinchado y dejó salir un gemido como si le doliera el alma. Le apreté su erección fuertemente para que supiera que a eso venía y que lo quería ahora. Me atacó salvajemente, halándome el pelo y clavando su boca en la mía, mientras me rasgó el vestido con la desesperada impaciencia del deseo que ya no podía contener. Se comió mis senos con hambre siniestra, mordió mi piel en su descenso hacia mi fruta jugosa y me merendó con ansias hasta que me derramé en su cara. Con una sonrisa mojada de mí, me miró desde mi entrepierna y subió de súbito para mostrarme su filosa arma carnosa y dura, la cual metí a mi boca para tragarme hasta el último centímetro de su ser. Sus gruñidos y maldiciones me hicieron degustar su miembro duro aún más hasta que tiró de mi pelo para arrancarse de mi boca solo para ponerme en posición que le permitiera entrar en mí sin piedad. Su entrada fue gloriosa y cada golpe me hacía estallar en centellas mojadas que lo recorrían todo, como tributarios de un riachuelo sin cauce en su piel. Intercambiamos todos nuestros fluidos en besos, mordidas, mis corridas y la de él y unimos nuestras voces en los gritos del clímax al que llegamos juntos. Al ritmo de nuestra respiración agitada tocaba el tango. Y al ritmo del tango sucumbimos al éxtasis.

sábado, 25 de enero de 2014

Orgasmo a ciegas



 
 
Llegó y formamos conversación trivial; que si el clima, su vida, la mía y todo lo que había pasado desde la última vez que hablamos. Yo estaba preparada para seducirlo a pesar de que él ya me había dicho lo que quería: idolatrarme como diosa divina, verme en medias que cubrieran mis piernas y llegaran hasta mis caderas, encontrarme con calzado sexy y que fuera reina en su cara. Cuando llegó estaba como lo recordaba; alto y fornido, con su sonrisa exacta de siempre y los ojos verdes brillando como el sol de afuera haciendo contraste con su cabello azabache. Planifiqué todas las tácticas para desarmarlo aún más de lo que estaba. Sabía que yo era su dueña, que se moría por tenerme; pero yo quería más. Quería que se muriera por mí, que suplicara por más, que de una vez y por todas supiera que no habría jamás otra que lo llevara al éxtasis como yo. Quería ser eterna en su mente y en su cuerpo tatuado de mi pasión y engravado de mis besos, mis uñas y mis dientes.

Comencé a tocarlo suavemente para despertar su piel. Le rocé con mi cuerpo haciéndolo despertar y gemir cada vez que me sentía acercarme a él. Enterré mis dedos en su piel a través de su ropa antes de meter mis manos bajo su camisa. En su pecho fuerte pude sentir la dureza de sus pezones los cuales pellizqué a la vez que él dejaba salir un gemido lastimero y profundo. Continuamos danzando nuestros cuerpos con erotismo y sentía las pulsaciones de su pene erecto el cual intentaba enterrarme a través de la ropa. Lo despojé de sus vestiduras lentamente, tan lento que se convirtió en una tortura que acrecentó su lujuria. Al deslizar su pantalón hacia abajo vi su miembro mirándome con intensidad y sentí deseos de tenerlo en mi boca. Le ordené que me quitara mi vestido rojo lo cual hizo con manos torpes y dedos temblorosos y al ver mi corset negro dejó escapar una maldición.


Le puse la venda en los ojos y lo tiré en mi cama. Luego de recorrerle el cuerpo con mi boca y mis manos le metí mi pie de improvisto en la boca. Al darse cuenta, lo agarró con fuerza y entre gemidos, lamidos, mordidas y chupadas se hartó del festín de mis dedos. Sin hablar y sin que él supiera lo que pasaría luego me le senté en la cara. Su sorpresa la expresó en maldiciones y alaridos mientras me comía toda al rítmico vaivén de mis caderas. Su lengua tropezaba con mi ropa interior la cual aún llevaba puesta y nunca me quité. Tuvo que lamerme y morderme a través de la tela suave y los encajes pero podía sentir su lengua intrépida mojándome la entrepierna y tratando de meterse entre mi ropa ya humedecida con mi excitación. Al bajarme de su rostro mojado de su saliva y mis jugos lo penetré con mis dedos mientras que con mi otra mano lo masturbaba. Sus rugidos y alaridos cortaban su respiración agitada mientras movía sus caderas para sentirme más. En un grito dejó salir su esencia blanca y espesa al temblor de su cuerpo entero. ¡Su orgasmo fue fuera de este mundo! Las pulsaciones en su pene y los tremores de su cuerpo murieron lentamente después de 10 minutos cuando sucumbió a su ensueño. Y la diosa sonrió y durmió con él.