domingo, 25 de marzo de 2012

CAJA DE PANDORA

Picture source: http://billsussman.net/post/18208634890

Sí, hemos descubierto la caja prohibida y maldita; la caja de la que advirtieron la
precipitada caída al precipicio de calamidades y tempestades al que sucumbieron Adán y Eva y lo cual los expulsó del paraíso. Hemos descubierto la fruta prohibida pero tan apetitosa, pomposa, lustrosa, jugosa y destellante, invitándonos a comer hasta saciarnos, pero sabiendo que la saciedad es mentira, que es fantasía, que la saciedad nunca llegará y que por el contrario, al probar de la fruta nos poseerá y nos hará adictos sin remedio. Hemos encontrado la Caja de Pandora y su llave, ahora en
nuestras manos, extendiendo nuestras manos al encuentro del sello que mantiene
la caja cerrada pero tentados a romper ese sello sagrado y consagrado que nos
mantiene en ascuas pero al acecho, queriendo, deseando, con la curiosidad de
averiguar más y la osadía de desafiar los designios que ya han sido augurados. Las advertencias multiplican nuestro instinto y amplifican nuestro furor; nos vuelve ciegos el destello de esa llave que poseemos en nuestras manos y que se ha apoderado de nuestras mentes, nuestra razón, nuestra psiquis entera y nuestros cuerpos. La caja ha tomado vida, nos invita, nos llama, nos promete la salvación y el cielo, pero aunque sabemos que es mentira lo iluso de nuestra obstinación altiva nos consume, erosiona toda lógica y nos da alas para pensar que podemos ganarle al destino. Desquiciados y embriagados de estas ansias de poder nos arrastramos hacia las aguas turbulentas de la pasión y la lujuria; las aguas turbias, recias, voraces, impías, llenas de deleite, de dolor dulce y de jugoso ardor; capaces de destruir y transformar; capaces de conducir a la nada y al todo; capaces nosotros de vencerlas o ser vencidos. Nos envuelve en su
musa la Caja de Pandora la cual ya nos posee, nos consume, nos atrapa, nos
tiene encarcelados y sentenciados a morir uno encima del otro, uno dentro del
otro, vencidos y derretidos formando una sola cosa viviendo nuestra convicción al
destierro amargo y dulce del pecado y nadando en nuestro propio almíbar.

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