sábado, 31 de marzo de 2012

Camino Hacia el Deseo

Te busqué hoy en mi caminar temprano, callado y meditabundo, dejándome llevar por la necia tertulia de mi lujuria que consume mi mente y me inunda el cuerpo que agoniza de pasión por el tuyo. Te busqué en mis pasos que me llevaron silentes por una cabalgata a mi interior sin principio y sin fin en estas imágenes que se empeñan en torturarme la sanidad y mi vulva. Te busqué en las texturas, los olores y las viveza de la natura que se presentó frente a mí dispuesta a que la penetrara con mis pasos, tal como yo lo estoy cuando te acercas. El aire húmedo empapó mi piel de rocío, sudor y de esta necia concupiscencia obsesiva y resbalaron mis deseos en cada gota de sudor que bajó traviesa por mi escote cosquilleando la abertura donde se separan mis senos, tal y como tú lo harías con tu lengua hábil y traviesa. Sentí cómo mis senos ondulaban juguetones en cada paso y recordé verlos oscilando y saltando excitados cuando me asaltas desde atrás como tormenta violenta y sin anuncio. Con rubor en mi cara, aspiré la sensación de tenerte en mi cuerpo en esos momentos efímeros y eternos en los cuales mis pies me llevaban con rapidez sin prisa. Pisé la hojarasca y sonó a los chasquidos que hace tu sexo con mi sexo mojado en esos momentos bajos que viven en mi memoria; como hubiese sonado en ese momento si le hubieses prestado una visita a mi recinto sacro y a mi gruta pagana que te desea con furor. Quise acostarme en la yerba mojada y rodar en el lodo, acariciándome con las rocas y dándome placer con mis manos llenas de las imágenes que invento de ti. Quise parar y sancionarme estas ganas ardientes y febriles por ti a la intemperie, expuesta, cabalgándome entre suspiros plañideros y sollozos de lamento placentero y doloroso para que viajaran en el viento y llegaran a tus oídos levantándote de tu sueño para hacerte consciente de mi avidez desenfrenada e inspirada en tu cuerpo. Quise cabalgarte así: libre, desprendida del mundo y de sus dogmas, unida al bosque y hecha nada y todo en el momento en que penetraras mi oquedad desbordante e insistente que me suplica que te traiga en asalto violento y sin tregua hasta desfallecer los dos. Deseé que mis lamentos y los tuyos se unieran al canto de los pájaros y al llamado de lo salvaje de nuestros instintos frustrados para formar un nuevo canto de lamidas, mordidas, golpes, lamentos, rugidos y gritos desgarradores ensalzando tu nombre y el mío en la tierra y en el cielo. Quise tocarme el cuerpo y mis ganas en la bajura que lleva mi costura y que me divide como Mar Rojo ante el golpe de tu vara poderosa, sagrada; encerrando verdugazos los cuales espero en la cruz de mi afán por poseerte.  Quise fundirme con el bosque en mi último gemido con mis manos en mi centro alabando, riendo y llorando tu nombre.

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